
Escribir no es para dinosaurios
The Substance. Más que una película, se ha convertido en un fenómeno social, y su principal virtud ha sido generar conversaciones interesantes.
Antes de comenzar este sesudo análisis, debo hacer ciertas aclaraciones. Soy un hombre heterosexual cisgénero. Lo sé, antes de que enciendan sus antorchas, debo dejar claro que estas etiquetas son necesarias para la elaboración de este texto, ya que para entender cualquier cosa primero tiene que ser nombrada.
El cine desde sus inicios contiene lecturas políticas e ideológicas. Como cualquier obra, no existe en el vacío, sino en un contexto social y temporal. No se puede hablar de Casablanca sin referirse a la Segunda Guerra Mundial y al Nazismo. No se puede hablar de Carrie, It o Freddy Krueger sin mencionar la descomposición social americana, que hasta el día de hoy convierte a niños en potenciales asesinos, tanto en la ficción como en la realidad.
Estamos en un periodo aceleracionista; lo que antes tomaba siglos en asimilar e implementarse, ahora lleva meses. Redes sociales, inteligencia artificial, globalización: cualquier análisis de la realidad puede quedar obsoleto de una semana a otra.
¿Se acuerdan de cómo era el mundo antes de las redes sociales? Aquella época en la que nuestro núcleo social más cercano eran nuestros compañeros de escuela, la vecinos de la colonia, o como máximo las fronteras entre municipios. Cada interacción social estaba nutrida por tradiciones y códigos no escritos. En menos de cinco años, las redes sociales cambiaron todo.
Aquí comenzamos con las diferenciaciones entre la experiencia masculina y femenina. Muchas de estas fueron constatadas en conversaciones con mujeres de mi entorno.
Nosotros vivimos esta época de aceleracionismo hacia una sectorización social. De repente, si te gustaban los videojuegos, descubrías redes, grupos y foros que hablaban exactamente de los temas que te interesaban. Los grupúsculos se hicieron pequeños pero seguros, un lugar donde nadie disentía ni cuestionaba.
Si de por sí la publicidad y los estereotipos de género ya eran un problema antes de las redes sociales, al ponerle números y estadísticas se aceleró por completo. Comparar publicaciones dilucidó una parte oscura de esta nueva realidad. Entre más flaca y blanca seas, menos ropa uses, tengas los dientes blancos y perfectos, cuanto más personas salgan en tus fotos más “likes” obtienes.
Hagamos un pequeño ejercicio de retórica para los hombres: ¿Cuántas veces te miras al espejo en un día? Yo no más de tres, y eso ocurre cuando me lavo los dientes después de comer. No más. ¿Te has cuestionado qué ropa te ibas a poner hoy o simplemente agarraste la primera camisa que tenías limpia? Bien, la experiencia femenina es completamente diferente.
Una mujer todos los días, se transforma en otra persona. ¿Qué es el maquillaje? (Pregunta interesante) son productos que transforman algo que es, a lo que no es. Las mujeres no son estas caras llenas de rubor, labios rojos y pestañas gruesas. Imagina cuántas horas pasa una mujer frente al espejo. Es una forma muy diferente de comenzar el día. Todas las mañanas, las mujeres tienen que transformarse, mientras que los hombres, bueno, lo importante es no apestar: estar bañados, con la boca limpia y usar desodorante.
AHORA SI HABLEMOS DE LA PELÍCULA
Elisabeth Sparkle es la estrella de un exitoso programa de aeróbics que es despedida en su quincuagésimo cumpleaños debido a su edad. Al ver su carrera acabada recurre a un extremo tratamiento estético que la convierte en otra mujer más joven y hermosa con la que tiene que cambiar de lugar cada siete días. Los problemas comienzan cuando el equilibrio entre ellas no es respetado.
La película es tramposa. Coralie Fargeat hace un cine con perspectiva de género. Hay dos películas sucediendo al mismo tiempo. Es una película de terror que golpea duro y bajo a cualquier mujer que la vea, pero a los hombres les da una patada en los genitales y los llena de una culpa terrible que, hasta el día de hoy me tiene flagelándome.
Demi Moore, interpretando a Elisabeth Sparkle es sin duda un acierto. Los paralelismos con su carrera la hacen una Sparkle en toda regla, por lo que (acertadamente) aquella línea entre la ficción y la realidad se hace tan pequeña que existe una verosimilitud instantánea.

Dennis Quaid en su personaje de Harvie (Harvey Weinstein).
En Twitter circulaba la queja de que los hombres se reían en las partes donde las mujeres lloraban (Exageraciones, pensaba). Es completamente cierto. La primera vez que lo vemos en la película, Harvie está hablando con algún productor, burlándose de Elizabeth y de cómo está demasiado vieja como para continuar siendo una estrella.
Ver una película en el cine es una experiencia colectiva en la que el sonido es una especie de termómetro emocional de la audiencia. En efecto, la risa masculina aparecía cada vez que Harvie decía alguna línea, y el llanto femenino se escuchaba cuando Elizabeth tenía que tragarse las cosas horribles que le decían.

Y luego aparece ella… Margaret Qualley, “Sue” Es una de las mujeres más hermosas que he visto en pantalla grande; la directora no escatima en hacértelo saber. Jamás había visto escenas eróticas tan bien filmadas, muy alejadas de la vulgaridad de algunas cintas que simplemente enseñan carne. Cada que aparece Sue se dispara el libido.
En la ficción, Harvie sabe que eso es exactamente lo que quiere la audiencia, por lo que la contrata de inmediato para suplir a Elizabeth. Sin darnos cuenta, estamos siendo presa del corporativismo pornográfico de Harvie; consumiendo su cuerpo, ignorando por completo la película y su discurso. Somos igual o peor que Harvie.
Esta presión, tanto dentro como fuera de la ficción hace que Elizabeth comience a odiarse cada vez más y deje a Sue actuar durante más tiempo, rompiendo el equilibrio entre ambas. Es Elizabeth quien termina pagando las consecuencias, ya que comienza a mutar, entrando en una espiral de autodesprecio donde solo se dedica a comer y ver televisión.
Hay una escena en particular en la que tuve que preguntar a las mujeres por qué es tan impactante. Como hombre, podrías pasarla desapercibida: Cuando Elizabeth quiere tener una cita con un excompañero de su escuela, se arregla lo más bonita posible, se maquilla y se pone un vestido rojo ajustado. Intenta salir de la casa (no puede), regresa a ponerse una mascada que le cubra el escote. Intenta salir de nuevo (no puede), ve su reflejo en la perilla de la puerta, vuelve para volverse a maquillar, y así una y otra vez, hasta que explota en llanto, grita, sufre y decide dejar plantado al chico.

Las mujeres a las que les pregunté me confirmaron que han vivido esto innumerables veces: Estar frente al espejo y no sentirse lo suficientemente bonitas, sentirse como monstruos, darse cuenta de cómo poco a poco comienzan a envejecer y que ya no hay maquillaje suficiente que logre dejarlas como los estándares dicen es ser “bella”. Sus cuerpos cambian, el peso cambia, la piel cambia. The Substance trabaja en el terror que sientes cuando te vez al espejo.
El gran acto final es Elizabeth convertida en un monstruo. Aquí es donde para mí todas las piezas encajaron; la película te mira directamente a través de los ojos de Elizabeth y te dice: esto no es solo culpa de Harvie, esto es tú culpa, tú eres el mayor responsable de esto, porque mientras consumías con morbosidad el cuerpo de Sue, no fuiste capaz de darte cuenta de cómo Elizabeth sufría las consecuencias de tu libido descontrolado. No sólo en esta ficción, en la vida real haces esto todos los días: cada vez que criticas el cuerpo de una mujer, cada vez que acosas a una mujer, cada vez que dices piropos en la calle, cada vez que consumes pornografía, estás alimentando la picadora de carne que es este sistema patriarcal. Es tu culpa, estás creando monstruos; quizá no como el de la película, pero monstruos internos que las mujeres tienen que sufrir a diario.
Esta explosión de sangre, muerte y pus está muy bien lograda. Hombres y mujeres llegamos al mismo lugar por caminos diferentes. Para una mujer es satisfactorio ver que Harvie, de alguna manera recibió su merecido, para los hombres, este final es reflexivo. Mientras el baño de sangre sucedía, no podía dejar de pensar en la transformación de mis pensamientos, entre lo pornográfico, la culpa y la responsabilidad. Es la película correcta para el momento correcto.
¿Y ahora qué hacemos? Me gusta dejar alguna propuesta en mis textos; si bien sería difícil profundizar como me gustaría, es momento de proponer algo sobre la prepotencia cognitiva.
La evolución más obscena de la publicidad es el algoritmo de las redes sociales, que nos quiere dictar lo que está bien y lo que está mal. Por eso invito e insisto “Hacer lo que de verdad quieras hacer”. Podría parecer simple, pero en este momento histórico es crucial preguntarse: ¿Cuántas acciones de mi día no están dictadas por un algoritmo? ¿Cuántas series o películas vi este año sin antes pasar por el algoritmo? ¿Cuántas mujeres con poca ropa aparecen en mi feed de Facebook o Instagram? ¿Es realmente lo que quiero ver? Es un pequeño ejercicio el que propongo, detenerse antes de hacer cualquier cosa, cualquier compra o hacer cualquier comentario despectivo hacia una mujer famosa. ¿Es esto lo que realmente pienso?
Mitch 14 de Octubre del 2024, Villahermosa Tabasco.
Lectura interesante, que hizo, me dieran ganas de ver la pelicula…y si es tal cual lo que nos pasa a las mujeres, siempre sentirse inseguras por las críticas de una sociedad.